LA VIOLENCIA QUE ENLUTA AL PAÍS
DOMINGO DE ASCENSIÓN
22 de Mayo de 1977
Hechos 1, 1-11Efesios 1, 17-23
Lucas 24, 46-53
MENSAJE DE LOS OBISPOS SALVADOREÑOS
...por eso los obispos, en el "Mensaje al Pueblo Salvadoreño, ante la ola de violencia que enluta el país", comienzan dando este testimonio de unidad, de solidaridad: "Nosotros, los obispos de El Salvador, -comienza diciendo el mensaje profundamente preocupados por la situación actual del país y de la Iglesia, queremos manifestar ante la opinión de todo el pueblo salvadoreño lo que sigue: Nos unimos con el Señor Arzobispo de San Salvador, y con él condenamos la ola de violencia, de odio, de calumnia y de venganza que enluta el país. Compartimos el dolor que embarga su corazón de pastor, ante el cruel asesinato de dos sacerdotes de su presbiterio y de las víctimas inocentes que cayeron con ellos. Hacemos nuestro el sufrimiento de los papás, esposa e hijos del Ingeniero Mauricio Borgonovo Pohl; de los padres del joven Luis Alfredo Torres; de los que lloran la muerte cruel del Licenciado Roberto Poma y de los humildes empleados que compartieron su desgracia; y de tantos padres, madres, esposas e hijos que en esta hora de horror -que nos llena de vergüenza ante el mundo civilizado-lloran impotentes la muerte y desaparición de sus seres queridos. Y una vez más declaramos que ni la violencia, ni el odio, ni la calumnia serán jamás la solución de los problemas que nos agobian".
Yo quiero agradecer aquí en público, esta solidaridad de mis queridos hermanos, los obispos salvadoreños. A la luz de la palabra de Dios, San Pablo nos dice que Cristo subió al cielo dejando en la tierra una Iglesia, sobre los hombres de la jerarquía, con un mensaje de conversión y de perdón de los pecados: por tanto una Iglesia, autorizada para denunciar el pecado, para anunciar el perdón de los pecados. Y la conferencia, compuesta por hombres, porque aunque somos jerarcas de la Iglesia, somos humanos, comenzamos este mensaje el viernes de la semana anterior, y lo concluimos el martes de esta semana, comenzando con una revisión interna de nosotros mismos. Una conversión, porque también los obispos, el Papa, todos los cristianos vivimos esta tensión que Cristo dejó en el mundo: de conversión; y ay del pastor que no vive esta tensión, que se instala en una manera bonita de vivir. Nosotros tenemos que compartir con el pueblo la conversión y si gritamos contra el odio, contra la desunión, contra la calumnia, contra todas esas fuerzas infernales que dividen al mundo, tenemos que comenzar por nosotros mismos. Y tengo la satisfacción de decirles, hermanos, que los obispos hemos reflexionado espiritualmente nuestra necesidad de conversión, para evitar ante el mundo, el escándalo de la desunión y vivir juntos. Y me dá gusto que mis hermanos obispos me pongan juntamente con todos los que sufren, ricos y pobres, y al mismo tiempo se solidaricen con la voz de la Arquidiócesis, para rechazar la violencia, venga de donde venga.
Esta misma semana, hemos denunciado las violencias en Aguilares; también hemos denunciado la violencia al Padre Víctor Guevara, llevado a la Guardia Nacional y tratado indignamente; el Padre Vides, capellán de la Guardia Nacional, enviado por el Arzobispo para recoger el Santísimo Sacramento de la Iglesia de Aguilares, y no se le dejó, ni al mismo Arzobispo se le permitió ir a cumplir este deber de traer el Santísimo para evitar su profanación. Por último se le dejó al Padre Vides y espero que anoche haya venido con el Santísimo. Y así, hermanos, por todos los que sufren la tortura, la vejación la Iglesia no puede callar, porque es la voz de Cristo que desde su ascensión, manifestando la dignidad humana en su cielo glorioso, nos dice cómo ama a la humanidad y cómo reprocha él que existan todavía en el mundo estas lagunas de conculcaciones de la dignidad del hombre. Y me da gusto pensar en esta hora de episcopado, lo decía la Voz de América, muchos de ustedes lo habrán oído esta mañana que tres obispos van a ser condecorados por la Universidad de Notre Dame, en Estados Unidos, y que el Presidente Carter va a pronunciar el discurso de estilo en defensa de los Derechos Humanos para poner esa condecoración en el pecho de tres obispos que han sido defensores de estos derechos de la humanidad. Me da mucho gusto, pues, saber que nuestros obispos de El Salvador nos colocamos en esta línea.
Luego viene el mensaje a darnos una orientación doctrinal que yo les suplico, hermanos, si no la tienen en Orientación, en estos días vamos a editar más ejemplares y suplico a las organizaciones católicas que multiplique este mensaje, porque sí en segunda parte hay una orientación muy útil, para que sepan distinguir entre el mensaje de la Iglesia y el comunismo, y cómo la Iglesia, así como rechaza el comunismo, rechaza también el capitalismo. Oigan esta hermosa declaración doctrinal: "La Iglesia cree en Dios Creador, en Jesucristo Redentor y en el Espíritu Santo Santificador. La Iglesia cree que el mundo está llamado a ser sometido a Jesucristo por una paulatina instauración del reino de Dios, cree la Iglesia en la comunión de los santos y en el amor que une a los hombres, cree la Iglesia en el hombre, llamado a ser hijo de Dios y cree en el reino de Dios como progresivo cambio del mundo de pecado en mundo de amor y de justicia, que comienza ya en este mundo y tiene su cumplimiento en la eternidad". Una bella profesión de fe. No lo olvidemos; y hoy, en vez de nuestro credo, vamos a pronunciar esta proclamación del episcopado salvadoreño de la fe de la Iglesia en Dios y en la eternidad; y desde la luz de esa fe, diríamos, desde Cristo, que sube a los cielos, desde un hombre que al mismo tiempo es Dios y se sienta a la derecha de Dios; desde allí juzgamos las realidades de la tierra. Y por eso la Iglesia no puede ser ni comunista, ni capitalista porque los dos son materialismos.
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