EL MISTERIO DE CRISTO
DUODÉCIMO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
19 de Junio de 1977
Zacarías 12, 10-11Gálatas 3, 26-29
Lucas 9, 18-24
Queridos hermanos:
Después de haber celebrado unas fiestas que eran como la corona de la Pascua, como era la Santísima Trinidad, la fiesta del Corpus y el viernes que acaba de pasar, la fiesta del Corazón de Jesús y ayer el Corazón de María, fiestas que son como flores de Pascua, con que nosotros recogíamos todo el fruto del año litúrgico, comienza ahora otra vez lo que se llama el Tiempo Ordinario. Hay dos ciclos, dos tramos del año que se llaman Tiempo Ordinario. Cuando termina la Epifanía -todo el ciclo de Navidad con la adoración de los Magos- comienza un Tiempo Ordinario que termina al comenzar la Cuaresma. Se interrumpe el Tiempo Ordinario para dar lugar a la celebración de la redención: Cuaresma, Semana Santa, Pascua, Pentecostés; y al terminar este ciclo pascual, se introduce otra vez la segunda parte del Tiempo Ordinario, que va a continuar aquellos domingos que se interrumpieron para dar lugar a la Cuaresma y que se va a prolongar hasta Adviento, o sea las semanas que ya nos preparan otra vez a la Navidad, para comenzar otra vez el año litúrgico.
Y así tenemos, pues, que cada año es como si la Iglesia montara un curso de intensa espiritualidad. Va desarrollando, a lo largo del año, el misterio de Cristo, en el que hemos de crecer. Este ciclo de 1977 debía significar para nosotros como cuando en la escuela el alumno está haciendo un curso superior, un grado superior. Siempre es el misterio de Cristo, pero como una espiral que va hacia arriba, cada año debía significar más altura en nuestro seguimiento, en nuestro conocimiento de nuestro divino maestro y redentor: Jesucristo.
Por eso es interesante fijarse en el mensaje de cada domingo. Aquellos que dicen que no van a misa, ya están aburridos porque es lo mismo, no han calado la profundidad del año litúrgico. Cada domingo es distinto; y así como el alumno interesado en aprovechar en el curso no pierde una clase porque en cada clase aprende algo nuevo, el buen cristiano también crece cada domingo en la contemplación, en la reflexión del misterio salvador.
Fíjense en las lecturas que han escuchado hoy, y yo creo que podemos sacar de allí un mensaje precioso que lo podíamos presentar en estas tres ideas: La figura central es Cristo nuestro Señor. En el segundo punto diríamos: Su obra liberadora. Y en tercer lugar, su llamamiento a conversión.
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